Agustín Miranda Junco


Ya era Agustín Espinosa un escritor hecho y derecho cuando surgió en La Rosa de los Vientos Agustín Miranda Junco, colaborando en ella con poemas y firmando el célebre manifiesto del grupo, pese a que solo tenía dieciciete años. También aparece en "La Nueva Literatura" y lee poemas con sus amigos, entre los cuales no parece haberse encontrado Emeterio Gutiérrez Albelo, quien le dedicará un mordaz poema. Miranda Junco pronto se envereda por los caminos de la crítica, convirtiéndose en un habitual de la exigente Revista de Occidente. Hizo amistad entrañable con Espinosa, tanta como Pestana o Emeterio, y se encontrarán con frecuencia en Madrid, a donde Agustín Miranda se trasladó. Recordemos que Espinosa le dedicó en 1929 el delicioso artículo "Óptica de Agustín Miranda" (firmado en febrero en Arrecife), en que fabulaba a partir del manuscrito de su poemario Tiovivo de las vacaciones, que nunca vería la luz.

Esto viene a cuento de que se acaban de publicar sus Cartas de la Guinea, en edición admirable de Roberto Gil Hernández, quien sabe abordar en profundidad y con finura un libro muy conflictivo, ya que, firmado en 1939, se ve inevitablemente afectado por las circunstancias de la época. Rafael Fernández ya había editado los textos anteriores al 36, pero no obtuve yo allí la información de que uno de los capítulos de las Cartas de la Guinea iba dedicado "A la memoria indeleble de Agustín Espinosa", desaparecido en ese mismo año. Este capítulo contiene unas páginas, sobre la danza de la tumba, inequívocamente espinosianas.

El libro ha sido editado por Mercurio Editorial y reproduce las curiosas fotografías de autor desconocido que ya iban en el original, lo que contribuye a darle una dimensión etnográfica.