El exvoto perdido

Aunque quería que la entrada del número dedicado por la Revista de Filología a Agustín Espinosa durara en cabecera bastante tiempo, ya estaba pensando hace un par de semanas incluir una nota sobre André Derain y Espinosa. El día en que decido hacerlo (pero al final me olvido), por la noche tengo un sueño curioso. Voy en guagua, con poca gente. Al subir una calle empinada, la guagua se queda atascada. El chófer se marcha y vuelve con cosas para los pasajeros. A mí me da la reproducción a gran tamaño y en colores de la estampa de un exvoto en que se ve la isla de Lanzarote (aunque su forma parece más bien una mixtura de Lanzarote y Tenerife) con la Virgen arriba y debajo campesinos arando con camellos. Los camellos son como el que dibujó Espinosa en el “Elogio de la cisterna con sol”, pero los personajes hacen pensar a la vez en los que hace unos días vi en una revista donde venían unas acuarelas de Jean-Claude Silbermann y en los de las pinturas y dibujos de Guy Girard (ambos son figuras del surrealismo parisino). Detrás de la estampa hay una larga explicación, que termina con una cita de Lancelot. El chófer me dice que ha traído la estampa de una librería cercana, y yo voy a verla, convencido de que puedo encontrar el diminuto exvoto de la ermita de Nuestra Señora de los Dolores de la Mancha Blanca de que Espinosa habla describiéndolo como “uno de los más deliciosos del mundo” y del que hace muchos años, al visitar Lanzarote para acudir a un campeonato de riñas de gallos (unos gallitos, por cierto, aparecían en la pintura descrita por Espinosa y eran lo que a él le encantaba), supe con desolación que el cura lo había vendido junto a los otros que allí había. La librería resulta ser una fea tienda de comestibles donde un hombre ya viejo tiene acumulados los libros sobre una mesa. Ya va a cerrar y no veo interés alguno en ponerme a husmear.

Espinosa publicó las “Divagaciones de un exvoto” en 1928 en la revista Lanzarote, pero no sabemos el número ni la fecha. Sebastián de la Nuez, indefectible espinosista, lo rescató en Jornada el 1 de octubre de 1983.

¿Qué habrá sido del fascinante exvoto que describe Espinosa en aquel gran texto complementario de Lancelot?

Ilustro esta nota con una fotografía de la ermita en los buenos tiempos de Espinosa y dos piezas de los pintores nombrados. La ermita (“paredes albas, campanario breve, simplicidad decorativa”) la vio situada Espinosa en “una plaza desnuda que tiene más de altozano que de plaza”, plaza que a los obsesos de Crimen nos evoca automáticamente la de “Retorno”.


Guy Girard, 44 napoleones, 2010

Jean-Claude Silbermann,
En la Orden de la Perla Salvaje, 2020