Agosto de 1936 - Julio de 1938

En ocasiones he sido sometido a juicio por haber cometido el crimen de  no haber publicado y/o estudiado los artículos falangistas de Agustín Espinosa. Esta acusación es absurda cuando no maligna (depende del talante de la persona). Cada uno estudia y publica lo que le place, y a nadie se le ocurriría criticar a un estudioso del Aragon surrealista porque no se ocupa de la basura realista-socialista que perpetró después, o a un crítico de arte que investiga al Dalí de sus buenos tiempos porque no hace lo mismo con su aberrante época de Ávida Dollars. Es verdad de perogrullo que el Aragon estalinista seguía siendo brillante y que Dalí seguía conservando su buen oficio y su paranoia crítica (y hasta su genio, en sus múltiples declaraciones hilarantes y muchas veces certeras), como Espinosa el esplendor tan peculiar de su prosa, pero de ahí a defender la unidad de su trayectoria va un trecho que implica la total confusión o pérdida de valores.
Dejan pues de estar “ocultos” los escritos falangistas de Agustín Espinosa. La verdad es que nunca lo estuvieron, tan fácil era el acceso en las hemerotecas y no digamos desde que, desde hace una docena de años, fuera digitalizado por la Universidad de Las Palmas el periódico Falange. Y si Alfonso Armas, en su libro capital sobre Espinosa, no decía una palabra sobre esta época final, nadie puede decir que yo no lo haya señalado siempre que era preciso.
Carece de sentido repetir aquí los detalles sobre este período que hilvano en el estudio final de la edición de Crimen, pero sí apuntaré que el artículo sobre el cura Socorro, aún sin nada de falangismo, precede en pocos días al despojamiento de la cátedra que ostentaba Espinosa y que tras la recuperación de esta, el 12 de mayo de 1938, solo publicó el último texto aquí incluido (reseña del poemario de uno de sus discípulos predilectos, el entonces jovencísimo Sebastián de la Nuez Caballero). La escarlatina azul que lo atacó desde que perdió su cátedra parece habérsele evaporado desde que pudo recuperarla, no quedando así muy bien parado el artículo de Germán Bautista Velarde “Símbolo y conversión de Agustín Espinosa”, y dándole en cambio algo de razón al joven y más sagaz Ignacio Quintana, que no se tragaba aquella conversión. Todo esto, sin olvidar las circunstancias escalofriantes que vivió en los meses posteriores al 18 de julio. Lo que hubiera venido después ya nunca lo sabremos, aunque mi sentir ha sido siempre que Agustín Espinosa hubiera sobre todo hecho grandes, muy grandes cosas en los estudios literarios canarios.
La facilidad de acceder a la prensa digital es lo que me ha animado a, en un par de tardes, organizar este material. Todo él, salvo en dos casos, procede de Jable, la utilísima hemeroteca digital de la Universidad de Las Palmas.
Descarto, exceptuados dos casos muy significativos (“Hermana Portugal”, por ser su primera colaboración en la nueva prensa, y la nota sobre Oramas, por razón obvia), muchos textos sin firma que se le pueden atribuir: téngase en cuenta que para Espinosa su trabajo en Falange era “alimenticio”, que por mor de las circunstancias se vio obligado a abandonar el “amateurismo” que tanto le satisfacía (recordemos su artículo de 1932 “Mi amateurismo y una suspicacia”, en que presume de nunca haber cobrado un céntimo por sus versátiles colaboraciones periodísticas, sin sospechar que muy pocos años después necesitaría de ellas para sobrevivir). Tampoco incluyo los escasos artículos firmados con los seudónimos de Justo Erenas y Adanur, ya que poco o nada añaden, ni la traducción del testimonio bélico de un periodista irlandés, hecha conjuntamente con Juan Sánchez Valido.
Para dejarlos óptimamente contextualizados, he insertado en cambio los importantes textos de Ignacio Quintana (“Giar”) y Germán Bautista Velarde, así como la famosa carta de Espinosa a este último, aunque se diera a conocer un año después de su muerte. Como curiosidad novedosa, he de señalar que el título del alegato quintanesco debe tener como referente un artículo aparecido tan solo trece días antes en Gaceta de Tenerife (equivalente tinerfeño del Acción grancanario) y que firmaba Julián Carbó: “Ayer lo vi con la camisa azul”, donde al grito de “¡Alerta la Falange!” se ponía sobre aviso de un recién converso que hacía tres meses vestía la “camisa roja” como anteriormente una caki con la cruz de Santiago” (más atrás, este verdadero camaleón incluso había apoyado la dictadura y luego el nacimiento de la República...).
Excepto cuando se especifica otra publicación, todos estos escritos aparecieron en Falange.
  
Diario de Las Palmas, 1 de agosto de 1936.

Arriba España, 10 de octubre de 1936.

Arriba España, 7 de noviembre de 1936.

Arriba España, 14 de noviembre de 1936. El título Exégesis de la muerte se lo puso en el recorte que hizo.

Acción, 3 de diciembre de 1936.
"Ayer lo vi con la camisa azul" (Giar)

10 de diciembre de 1936.

17 de diciembre de 1936.

18 de diciembre de 1936.

19 de diciembre de 1936.

25 de diciembre de 1936.
Este día de Falange falta en Jable, por lo cual reproduzco el recorte que guardaba el propio Espinosa.

4 de enero de 1937.

11 de enero de 1937.

14 de enero de 1937.
25 de febrero de 1937.

10 de mayo de 1937.

11 de mayo de 1937.

18 de mayo de 1937.

8 de junio de 1937.

27 de agosto de 1937.

30 de agosto de 1937.

9 de septiembre de 1937.

3 de noviembre de 1937.

11 de noviembre de 1937.

18 de noviembre de 1937.

23 de noviembre de 1937.

4 de febrero de 1938.

15 de marzo de 1938
Carta a Germán Bautista Velarde

23 de abril de 1938.

Amanecer, 8 de mayo de 1938.

Amanecer, 5 de julio de 1938.